La "Sin muerte" |
Balgrad 1244,
Señora del lago,
Espero que me recuerde. Una noche visite su lago y usted
nos puso a prueba a todos. Junto con mi compañero Abraxas y Anfilipos,
tropezamos varias veces hasta conseguir tener éxito. Usted nos recompensó
a todos por nuestros actos, pero también nos hizo pronunciar un juramento.
Recuerdo haber prometido: nunca sacrificar a mis
compañeros por mis deseos de poder.
Ahora, un gran mal ha intentado acabar conmigo y mi poder
sobre la tierra, mi ciudad. Intento pensar en si alguna vez fallé a mi palabra
y creo que nunca lo he hecho. Sin embargo, en cierta ocasión un poderoso
antiguo me dio a elegir entre vincularme a él o que el vinculado fuera mi
compañero Anfilipos. Esto era un castigo por un acto que él cometió. Yo llegué
hasta donde me fue posible, luchando contra sus ghouls para pedir clemencia por
mi compañero, sufriendo heridas y postrado a los pies del antiguo.
No creo que obrara mal, ya que las acciones de uno le
marcan, y mi compañero se equivocó.
Sin embrago, empiezo a pensar que esto es una maldición y
si ese es el caso, le pido señora que tenga clemencia de mi alma, que es lo
único que me queda sobre la tierra.
Sinceramente,
Adevarul, Príncipe
Lasombra de Balgrad
Respuesta de “la Sin
Muerte”
Señor de Balgrad:
Claro que os recuerdo, no recibo muchas visitas y sin
duda la vuestra me entretuvo más de lo esperado.
Debes pensar, joven chiquillo, que el juramento que
pronunciaste ante mí tiene un poder ilimitado y solo vosotros podréis saber su
verdadera frontera. Si vuestra respuesta fue pura y sincera pudo ataros para
siempre, pero no por fallar a esa palabra, un gran mal te está acechando… o quizás
si...
Desconozco el poder de vuestra alma. Yo no interferí para
nada en ese juramento, fue lo poderoso que queráis que fuera y parece ser que
lo fue mucho, porque solo la duda de quebrantarlo hace efectos devastadores
dignos de la maldición más dañina.
A mi parecer obraste mal y sin duda faltaste a tu palabra
ya que el vinculado fue Anfilipos y no tú, cuando en tu mano estuvo salvarle y
decidiste salvarte en su lugar.
Crees bien si piensas que es una maldición, porque lo es,
el destino está jugando en tu contra, porque todo el mal que hacemos nos viene
devuelto siempre, tarde o temprano, en esta vida o en el más allá. Eso sí, he
de decirte que no soy yo la causante de tu maldición, así que no tendré
clemencia sobre tu alma y me regocijaré una vez más leyendo tu carta.
La próxima vez que puedas elegir y este en tu mano: ¿cuál
será tu elección?
La Sin Muerte, Matusalén Tzimisce